Comentario
El marfil fue una de las materias más solicitadas por las altas capas sociales del mundo neoasirio (sus reyes no dudaban en aceptarlo como tributo), con el cual se tallaron infinidad de pequeños bajorrelieves para decorar refinados muebles y los más variados utensilios suntuarios.
Su fina labra fue especialmente practicada por los fenicios y los sirios, alcanzando su producción tal volumen que a mitad del siglo IX casi llegaron a extinguir al elefante sirio, del cual acopiaban sus magníficos colmillos.
Los palacios neoasirios han proporcionado numerosos ejemplares eborarios de gran belleza y perfección técnica, atesorados en ellos, y en su mayoría procedentes de los saqueos de las ciudades sirias y fenicias. Sin embargo, sabemos que se tallaron bastantes ejemplares en la propia Asiria -caso de los marfiles del Templo de Nabu en Kalkhu-, aunque tanto su técnica como sus temas fueron muy diferentes.
En el Ekal Masharti de Salmanasar III, también en Kalkhu, se descubrieron numerosas piezas marfileñas enteras y fragmentadas que, de acuerdo con los estudios efectuados, formaron parte de hasta un total de siete colecciones diferentes. Es difícil seleccionar los más importantes ejemplares, dada su cantidad y calidad. Forzosamente, sin embargo, debemos citar una esculturilla de bulto redondo que figura a un joven sirio (12,8 cm; Museo de Iraq), que conduce un cervatillo mientras porta una leona a sus espaldas; una plaquita con un combate entre toros y leones (1 m de largo por 8,2 cm de alto; Museo de Iraq) y una pieza conocida como la mujer en la ventana (10,5 cm; Museo de Iraq), tema muy popular y que hay que ponerlo en relación con la prostitución sagrada practicada en los templos. No faltan en dicha localidad los marfiles de influencia o aspecto egipcio: uno representa al dios Horus (27,5 cm), y otro tiene grabado por dos veces al dios Bes (13,5 por 3,9 cm), ambos en el Museo de Iraq.
Sin embargo, las piezas más notables fueron halladas en el Palacio noroccidental de Kalkhu, correspondiente a la época de ocupación por Sargón II. Allí aparecieron la magnífica cabeza conocida como Mona Lisa (16,8 cm de altura, por 13,5 de anchura), perteneciente tal vez al género de la mujer en la ventana, pieza que serviría para decorar algún mueble; la leona que muerde a un nubio (10,5 cm), fino trabajo taraceado con cornalina y lapislázuli y damasquinado en oro; una cabecita de león (6,7 cm), verdadera obra maestra, tallada en la propia Kalkhu; y la esfinge alada (19 por 15 cm) de factura siria o fenicia.
De parecida calidad fueron los marfiles hallados en Hadatu (Arslan Tash), y en Ziwiye, al sudeste del lago Urmia (Irán).